“LA VIOLENCIA” EN MI BIOGRAFÍA
En el año 2011, Agarrate Catalina presentó el espectáculo
“Gente común”, y dentro de él, el cuplé, la canción, la obra de arte, para
mí, sin dudas- llamada “La Violencia”.
Como pasó desde la primera vez que vi a la Cata, siempre ese
primer encuentro entre mi murga y yo era en febrero, de noche y en Carnaval.
Pero esta vez fue distinto, porque siempre la había visto
por la televisión y desde mi casa. La casualidad o la suerte hizo que esa vez
fuera al Teatro de Verano y pudiera verla en vivo.
No sé si habrá sido porque era la primera vez que veía a la Catalina
en el Teatro o porque mi sentimiento por la murga cada vez crecía más pero ese
espectáculo me pareció el mejor de todos…
Y cuando llegó el momento, no me olvido nunca más, que
Yamandú empezó a recitar y comenzó a sonar la música del bombo y el platillo a
mí se me empezó a erizar la piel de a poquito.
Mientras la murga empezaba a cantar LA CANCIÓN me acuerdo
que me empecé a parar del asiento despacio y no podía dejar de mirar ese
escenario totalmente rojo y a mis artistas, o a MI ARTISTA, diciendo y
sintiendo una letra que era una piña al corazón.
La advertencia de Yamandú, al principio de la obra, por las
palabras que iban a usar, palabras fuertes, “violentas”… era cierta, pero no
eran malas palabras, como después dijo la gente. Eran palabras reales, claras y
que lograban hacerte doler la canción.
Ahora que cuento esto también me acuerdo del nudo en la
garganta y los ojos con lágrimas… no quería llorar, pero todo aquello era
fuerte.
No dudé en ese momento y tampoco dudo ahora en elegir ese
momento, esa obra como lo mejor de mi artista.
Lograron todo con esa canción. Reventarnos la cabeza con la
letra y con la música, y más que nada, lograron que cualquier persona que la
escuche no pueda permanecer indiferente. Te puede gustar, la podés adorar,
podés asquearte, o como a mí… la podés grabar para siempre en tu memoria. Pero
indiferente no queda nadie, a todos les va a provocar algo.
Cuando terminó la canción, el Teatro estalló en un aplauso
que hizo que murga, artistas y nosotros sintiéramos que el objetivo de la
canción se había cumplido.
Lo que nos quiso decir la Catalina… lo habíamos entendido.
El escalofrío me siguió durante mucho rato. La música
fuerte, como golpes, como piñas, te retumbaba en los oídos.
Las luces rojas sobre el escenario, que perdían a los
artistas en el escenario, parecían haber convertido todo en un mar de sangre.
Las voces de los artistas, para mí en el momento más
impresionante de su carrera, de golpe fue como si fueran una sola voz.
Y la letra… uy… la letra. Me hablaron de algo que uno cree
que no tiene y tiene, de alguien que ahí no tenía nombre pero a lo mejor podía
ser alguno de mis amigos.
Me habló de la muerte, de la falta de esperanza, de repetir
historias de padres a hijos, de matar o morir.
Pero también me dijo que todos somos culpables de esa
violencia que mata y que muere
Que todos somos balas, gritos, golpes, indiferencia.
Todos somos esas alcantarillas, todos somos a veces
integrantes de esa banda descontrolada, todos somos esas malas palabras, todos
estamos metidos en esa sociedad hipócrita que también mata y no siempre con
balas.
Me contó en tres minutos una historia, una vida, y… aunque
parezca loco yo logré verla.
La violencia usada para defender lo que se ama,
supuestamente en una tribuna, hinchas cantan su odio hacia otros hinchas que
son iguales a ellos y sin embargo, son sus enemigos.
La violencia del que viene de una historia de miseria, que
vive una realidad de desprecio, que fue echado del sistema, que sobrevive en
una sociedad que lo quiere destruir pero también lo necesita.
La violencia final de la muerte, que mata al policía y al
chorro, a la víctima y al victimario… y uno no sabe quien es quien.
Y al final, la peor violencia, la que vivimos todos, la que
practicamos todos, la violencia de la violencia que se hace costumbre y ya no
nos asombra.
La que vemos en la televisión, en los noticieros, en las
canchas, en la calle y ni siquiera nos llama la atención. La violencia de la
indiferencia que nos mata todos los días un poco.
Me fui del Teatro con los ojos llenos de una luz color rojo
sangre y con los oídos llenos de palabras que me dejaron mudo.
Me fui lleno de “Violencia”, de realidad, de dolor, hasta de
vergüenza.
Pero también me fui lleno de arte, porque si algo busca un
artista de verdad es golpearte el corazón con su obra, y a mí, la Cata esa
noche me dio un piñazo de emoción en el medio del pecho, y como siempre…
aplaudiéndola, le di las gracias.